
Límites y vulnerabilidad
Una de las maneras más efectivas para comenzar a establecer límites sanos, es saber qué SÍ queremos en nuestra vida. La mayoría de las veces percibimos los límites hacia afuera (que también). “Decir NO, hasta aquí llegue, no más”, esto sería el pico máximo donde sin darnos cuenta hemos cedido nuestro espacio, nuestros intereses y hasta nuestros principios. ¿Por qué? por quedar bien, por ser aceptados, o simplemente porque fue lo que aprendimos o vimos en nuestra infancia.
Esto aplica a todas las áreas: relaciones, trabajo, familia, tiempo personal… para poder tener claridad, necesitamos hacer una pausa y observar lo que realmente está ocurriendo.
¿Qué ocurre si no prestamos atención a lo que sentimos?
En un momento de cansancio físico por ejemplo, parar y tomarme un descanso.
¿Qué ocurre si no lo hago? Me costará más gestionar la frustración, me sentiré vulnerable y es posible que reaccione ante situaciones cotidianas de forma que seguramente no te beneficiarán. ¿Te suena familiar?
Pero ¿cuándo estamos vulnerables?
Cuando físicamente estamos cansados, cuando tenemos un ritmo de comidas habitual y por cualquier circunstancia no hemos podido comer. Cuando vivimos situaciones de estrés con nuestra pareja, o familia. Por enfermedad, ya sea una gripe, o una enfermedad grave. Cuando somos cuidadores de personas vulnerables. Porque simplemente estamos saturados emocionalmente.
En los momentos de mayor vulnerabilidad, suelen aflorar los pensamientos limitantes, los miedos, la ansiedad… todo aquello que habitualmente dejamos guardado y sin atender.
¿Qué tiene que ver todo esto con poner límites?
– Si no sabes cómo te sientes cansado, triste, enfadado, es más fácil decirle a alguien que sí, cuando realmente no quieres ir o hacer algo determinado. Explotarás emocionalmente, o sentirás frustración.
– Si no sabes que te gusta dormir en el lado izquierdo o derecho de la cama, es más fácil ceder tu espacio al otro. Luego enfadarte cuando seas consciente.
– Si no sabes que para ti es importante la honestidad, es más probable que aceptes las mentiras.
– Si no sabes que para ti es importante la fidelidad, es muy probable que te unes a personas infieles.
– Si no sabes que llevas contigo una herida de abandono, no sabrás porqué sientes ansiedad cuando alguien se va.
¿Cómo podemos comenzar a observarnos?
La clave está en la auto indagación y en escuchar el cuerpo. Es muy importante observar nuestros niveles internos. Si nos encontramos en el punto más alto de la frustración, o el cansancio, etc, es probable que las herramientas que conocemos nos cuesten más o incluso no funcionen en ese momento.
Algunas preguntas que podemos hacernos, que nos ayude a identificar en qué punto nos encontramos:
– ¿Cómo me siento?
– ¿Cómo estoy hoy?
– ¿Qué está pasando dentro de mí?
– ¿Cómo está mi cuerpo?
– ¿Realmente deseo hacer esto que me piden?
“El cuerpo es nuestro gran termómetro. Siempre nos está enviando señales. Solo necesitamos prestarle atención.”
¿Por qué nos cuesta tanto poner límites?
- Por miedo a la reacción del otro — para evitar el rechazo.
- Porque tememos que nos dejen de querer — para seguir siendo amados.
- Porque sentimos que podemos dejar de pertenecer — y necesitamos seguir sintiéndonos parte.
- Porque si pienso en mí y no en el otro, creo que soy egoísta — y prefiero evitar la culpa.
- Por lealtad a lo aprendido en nuestra familia — porque “siempre ha sido así”.
- Para que no vean nuestra vulnerabilidad.
La propuesta
Aprender a poner límites es un acto de honestidad con nosotros mismos.
No podemos transformar lo que no conocemos. Por eso, el primer paso es escucharnos con atención y honestidad. Hacer un trabajo de auto indagación. Si no puedes solo porque estas, de manera constante en medio de situaciones que te arrastran, con gusto te acompaño para darte herramientas que te sirvan para avanzar. Espero que estas reflexiones te sirvan. Comparte con personas que le puede resultar beneficioso.
Un abrazo.
Clairet Reyes